miércoles, 17 de julio de 2013

Desperate

Y yo que pensaba que la desesperación era sólo para los países en crisis económicas, para los padres con hijos desaparecidos, o para los pasajeros a bordo del Titanic.
Pero yo, últimamente te ha amado con desesperación.

miércoles, 3 de julio de 2013

La vieja cabeza de chihuahua, el hombre mantis y otros sueños.

Tengo una extraña y gigantesca mansión abandonada que visito en pesadillas. Me la sé casi de memoria: Subiendo a oscuras por las escalas intento omitir las habitaciones vacías por las que voy pasando. Veo las paredes podridas y el cielo raso hundido por el peso de la humedad, puertas clausuradas, largos corredores que van hacia ninguna parte, corredores donde aparecen viejos fantasmas que me asechan, pero yo sigo caminando. La escalera cruje al pisarla y mis manos tiemblan, hay muchas presencias allí aparte de mí, muchas miradas en lo oscuro. Tengo miedo. Ya en el piso quinto veo un poco de luz, y llego a un corredor donde puedo escuchar el sonido de un piano a lo lejos. Atravieso el espacio cubierto de polvo y llego hasta una habitación grande. Descubro a mi izquierda a una anciana de unos 95 años vestida con tutú, y con el pelo teñido de morado y blanco. La vieja escucha mi llegada pero no se voltea a mirar. sentada en un taburete frente a un piano de cola, toca sin descanso un foxtrot que llena el lugar de un ambiente menos nauseabundo del que provoca el olor a viejo y a encierro. Todo está decorado de color rosa, de rosa en decadencia, como si varias décadas atrás hubiera vivido allí una niñita rica que lo tuvo todo. En una pared hay dos repisas mohosas con objetos alucinantes: cajitas de plata con incrustaciones de piedrecitas y  figuras de porcelana, la mayoría sin cabeza o y sin brazos.
Al centro de la pieza sobre la cama, parece que alguien hubiese vaciado el contenido de una vieja despensa. Hay basura, desde uñas que alguien se cortó, inciensos, muñecas, pilas viejas, tijeras, una plancha de ropa, trozos de espuma, hasta una grabadora a cassette. Se nota que nadie ha dormido ahí en la última década. En realidad nadie lo ha hecho porque la vieja que toca el piano es la única habitante de la mansión, y lo toca de día y noche sin dormir ni descansar para ir al baño, porque en realidad no es humana. Aunque no me ha visto cuando entré a la habitación, ella sabe que estoy allí. Lo sabía incluso antes de que yo naciera.
Y entonces, algo se le cae de las manos a Matilda, mi alter ego pequeño, que aparece cuando tengo más miedo, (y allí está acompañándome). Algo se le cae y yo la regaño y el sonido del piano se detiene. La vieja nos ha oído y se acerca. Nuestra respiración se disipa. De pronto la vieja se para frente a nosotras con sus ojos llenos de cataratas, y su cabeza con el pelo cano y mechas de colores, comienza a empequeñecer. Muta en cuestión de segundos, haciéndose cada vez más y más pequeña y peluda, hasta que se transforma en la cabeza de un chihuahua. Después de su metamorfosis y sin decirnos palabra, nos ladra con voz aguda y como si nada sigue tocando.
Vuelvo a abrir una de las cajitas, y ahora sale un insecto enorme que trepa por el brazo de Matilda. Es como una mantis religiosa mezclada con un palote de esos que se camuflan con las ramas de los árboles. Lentamente, moviendo su cabeza de un lado a otro, crece del tamaño de un basquetbolista, el insecto mide dos metros y es corpulento. Pero su mirada es más humana que la de la misma vieja. Se pone a nuestro lado y por medio de telepatía nos advierte que nos vayamos de ahí.
Aterrorizadas, cuando salimos por la primera puerta que vemos, la vieja con cabeza de chihuahua y el palote - que ahora ha crecido unos dos metros más - nos siguen detrás. Corremos. Llegamos a una terraza vieja  llena de enredaderas que cubren el suelo. Luego comienza otro sueño imposible de descifrar. Aparezco en una cumbre de médicos internistas.