lunes, 2 de enero de 2017

Las cosas se precipitaron

Las cosas se precipitaron. El mundo se vino abajo la noche del aguacero en que Juan Ebaristo Aguilera había planeado asesinar a los Cortés Riquelme. 
Llovía tan fuerte en el lado poniente de la ciudad que la luz se cortó a las 11 y doña Carmen tuvo que parir a los gemelos en plena oscuridad y sin ayuda de su médico de cabecera. Como el nacimiento se adelantó nadie notó cuando 10 para las 12 de la noche el perro del vecino dejó de ladrar y cayó sin vida en el estacionamiento. Tampoco notaron cuando su ama de llaves, Bernardita María, murió de risa mientras veía Japening Con Já.
Fue en esas extrañas circunstancias que Juan Ebaristo Aguilera, un hombre de 63 años, que medía dos metros y medio, quebró la ventana de la cocina de los Cortés Riquelme para hacer justicia de una vez con sus propias manos y sin rastro. Ningún detalle se le había escapado a Juan Ebaristo esa noche, la lluvia, el corte de luz, el parto de aquella mujer. Todo estaba previsto tal y como ocurrió.
Sin embargo las cosas se precipitaron. Antes de que el pobre infeliz pudiera entrar a la casa, el techo de la cocina de los Cortés Riquelme no pudo contener más el agua y se derrumbó sobre él.