martes, 26 de enero de 2016

Dignidad

Don Alejandro nos recibió contento.
Su casa era tan pequeña que tuvimos que entrevistarlo afuera, en un patio lleno de fétidos cardenales rojos.
Le costó dejar de tratar a su hijo como a un niño. Dejar de sobre protegerlo, -nos cuenta. El retoño tiene 60 y él 90. Viven solos  como dos viejos amigos que la vida olvidó.
Al final de todo, Don Alejandro nos invitó a tomar te, pero le dije que no.


Si hubiese sabido que él había comprado pasteles  para nosotros, me los habría comido todos por darle en el gusto. Pero él simplemente no dijo nada, por no molestar.