lunes, 29 de septiembre de 2014
Sino y Signo - Vicente Huidobro
Has hablado bastante y no te agrada
No te gusta mostrar tus vísceras secretas
Y sin embargo vuelves a caer en ello
Protestas y repites la causa que te irrita.
Hablas te exhibes y te rompes la carne
Y permites la entrada a los ojos intrusos
Quieres cortar las cuerdas que te unen a los otros
Y vuelves a anudarlas
Coges el aire lo haces tuyo y lo regalas
Conquistas horizontes y los repartes
Haces luz en la sombra y la entregas
Como un paquete de soledades arrepentidas de su propia fuerza
¿Qué entierro es este en que te entierras
En los pechos extraños?
Te exaltas y te ablandas
Te ablandas y te haces flecha de corazón
Más ciego que cualquier huracán
Hablas y protestas
Y vuelves a hablar y protestar
Te haces árbol y das tus hojas a los vientos
Te haces piedra y das tu dureza a los ríos
Te haces mundo y te disuelves en el mundo
Oh voluntad contraria en todo instante
Favor de tierra y grandes ríos y calores
Todo grano ¡Malhaya! Lleva signos futuros
Un destino de ola que debe hacer su ruido
Y morir dulcemente.
Has hablado bastante y estás triste
Quisieras un país de sueño
Donde las lunas broten de la tierra
Donde los árboles tengan luz propia
y te saluden con voz tan afectuosa que tu espalda tiemble
Donde el agua te haga señas
Y las montañas te llamen a grandes voces
Y luego quisieras confundirte en todo
Y tenderte en un descanso de pájaros extáticos
En un bello país de olvido
Entre ramajes sin viento y sin memoria
Olvidarte de todo y que todo te olvide.
domingo, 14 de septiembre de 2014
Soy
Soy, algunos días la melancolía, por pensar que esto también puede ser efímero. Como la palabra.
Soy otras veces la ambición, por desear acaparar para siempre este momento y hacerlo infinito.
Pero también soy yo, y lo soy más que nunca.
Soy otras veces la ambición, por desear acaparar para siempre este momento y hacerlo infinito.
Pero también soy yo, y lo soy más que nunca.
domingo, 7 de septiembre de 2014
Lavandas
Es un chico de unos veinticinco años, solitario y tímido, como renegado de su ego. Lo he visto arrancar de un tirón las lavandas del jardín del 307, una y otra vez, los lunes, los viernes y a veces los sábados. Las arranca de a dos o tres y las frota entre las palmas de sus manos. Se las lleva a la cara, a la nariz, compulsivamente. Inhala, exhala. Las lavandas le recuerdan al campo y el campo le recuerda a su infancia donde le hubiese gustado quedarse por siempre. Todo un Peter Pan. Porque ahora que lo pienso es mucho lo que se parece. Con las manos aun en la cara y el olor a flores dulzón y hasta irritante, Peter Pan desaparece al doblar la esquina. El conserje del 307 lo mira pero jamás le dice nada, porque secretamente él hace lo mismo en sus turnos de noche.
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