sábado, 19 de abril de 2014

El infierno

No tenía la intención de crear este mundo, yo no lo creé. Él emergió en mí, en nosotros, como burbuja eléctrica. Tú puedes culparme por no haberlo notado, yo podría culparte a ti por culparme. Todo se trata de evitarlo, de no mirarlo, tocarlo, nombrarlo. Si no quieres no lo harás, yo tampoco. Voy a sentarme en el tejado a ver cómo la bomba nuclear envuelve la ciudad. Voy a acostarme sobre la ropa mojada mientras alguien me tira pintura rosada. Aunque no entendamos qué es lo que hacemos, no todo tiene que tener un sentido. Y yo ya no voy a meterme a esa jaula de serpientes de mordida irónica, de piel putrefacta, sólo para gritarte que no puedo gritarte. Lo de ayer parecía una de Picasso. El Guernica, eso parecía. Todas mis partes mutiladas y esparcidas por la pieza, ojos mirones y cabezas de caballo con mirada pétrea. Yo no voy a volver a ese lugar. Menos si tú no estás.

miércoles, 16 de abril de 2014

Carta a mi hermana

Fuiste la sensación ese día con tu vestido de novia. Podrías pensar que el color marfil combinaba con todo alrededor, pero yo estaba tan triste. No porque fueras a irte. Pensaba: vas a casarte, y nunca te subiste al techo a tirar chorritos de saliva. Nunca te escapaste con algún tipo malo en una fiesta,  nunca compraste un porro para fumarlo con tus amigas. Tampoco hicimos ese viaje a Valparaíso que dijimos que haríamos, sólo para fumar frente al mar, mirar extranjeros y sacarnos fotos estúpidas. 
Pensaba que este tipo que te está esperando ahí parado podría ser todo lo que te falta, y que cuando estés completa ya no vas a querer hacer nada loco, porque ya serás adulta y pensarás por dos.

lunes, 14 de abril de 2014

Salmones y rubíes

Alguna vez alguien me preguntó de manera casual si yo era feliz. De manera no tan casual respondí con un sí forzado, dando a entender que ni tanto. El o ella preguntó por qué la duda en mi respuesta, a lo que yo muy probablemente respondí con tres puntos suspensivos y un "es que es eso relativo", entre medio. A veces me acuerdo de esas preguntas que se hacen cuando uno sale de noche. Hoy no necesité que fuera de noche ni que alguien me lo preguntara, lo hice yo. Sin ánimos periodísticos me auto entrevisté cuando iba en la micro. ¿Eres feliz?, ¿Cuánto te importa la felicidad ajena? ¿Realmente lo más importante en tu vida es ser feliz?. Y cuando dí con esa ultima pregunta, dí también con su respuesta. La micro dobló por Irarrázabal hacia Vicuña Mackenna, yo tenía calor y un tipo enfrente me miraba las manos, pero no le puse atención. Pensé instintivamente en que yo no había nacido para ser feliz. Que ese no era el propósito de mi vida, que yo quería vivir pero no así, no de la manera en que se vive cuando sólo se persigue la felicidad.Lo pensé en un minuto en que la canción del mp3 se acabó y empezó la siguiente. Lo pensé como se piensa algo de forma descuidada sin ponerle atención, como cuando uno recuerda un pedazo de canción y no sabe de dónde la sacó, o cuando pasa alguien con el mismo olor de una persona que uno prefirió olvidar. Seguí mirando por la ventana mientras creía haber dado con una revelación importante. Con aires preocupones me bajé de la micro, apurada como siempre porque casi se me pasa el paradero.



miércoles, 2 de abril de 2014

Invierno

Spinetta. Los niños y su inocencia. Los cuentos, cuentos cortos que con poco digan mucho. Muchos dibujos, sueños extraños, personajes con sus matices. Personajes reales o ficticios. Las velas encendidas en la noche. Los diarios de vida, los libros nuevos, o viejos, da lo miso. Las cosas antiguas que fueron de alguien triste. Lápices y varias libretas. El teatro, butacas, el escenario. El amor, pero sólo del bueno, el olor a sopa de tomate, los cafés pequeños de ciudad con esa galletita que sirven al lado de la taza. Los cuadros y las pinturas, aunque yo no pinto. Las luces, puñados de luces pequeñas que parezcan estrellas. Los caleidoscopios, las servilletas, la ropa sin planchar, los poemas, los libros de Cortázar. La pena, el llanto, la rabia, el invierno con su lluvia, tus besos, tu risa, y los ríos mucho más que el mar. Los abrazos que me cuesta dar -nunca supe cómo- y los silencios incómodos. Los bancos de las plazas. Las conversaciones de las tres de la mañana, las películas donde no se entiende nada, me encanta cuando no se entiende nada. Los músicos con sus guitarras, las guirnaldas en las tiendas orientales, las conversaciones de taxi. El sonido del acordeón, las palomas, tu cara.

Quiero una vida donde exista todo eso.