domingo, 4 de julio de 2010

Tres desconocidos en una mesa

Estoy sola con mis bolsos, me voy a Talca. Que ya no aguanto Santiago, que hoy me voy, que hoy me escapo. Tengo que hacer hora eso sí. Y el patio de comidas del terminal está repleto, ni una jodida mesa disponible. Ah, pero a nadie le falta Dios y de repente al otro lado de la multitud almorzante, una mesita individual reluce ante mis ojos. Allá voy. Casi corriendo, antes de que la pesque otro. LLego ahí triunfante, mirando a todos lados como si alguien celebrara mi victoria, pero todos están en lo suyo y me siento. Me acomodo, con mi sándwich en mano -que me compré con las monedas justas- y comienzo a comerlo lentamente. Sí, estoy muriendo de hambre pero tengo que hacer hora mucho rato, así que me lo como lento para demorarme y demorarme... No me gusta que me vean sola, y haciendo nada. já!

Pero el sánwich no es eterno y se termina. Entonces saco mis libros -el As bajo la manga- y me pongo a estudiar, o tal vez hago como que estudio. En eso estoy, cuando una joven desconocida me pide un espacio en la mesa -por supuesto- le respondo, qué mejor que estudiar con compañía. El silencio es incómodo y nisiquiera pensamos en mirarnos, eso sería un atrevimiento. Y luego, -cinco minutos después- llega otro, con pinta de estudiante alternativo -¿Puedo sentarme?- Nos pregunta y asentimos. Se sienta con su hamburguesa y se dispone a comérsela también. De vez en cuando, por el rabillo del ojo, lo miro con disimulo. Pero nadie interrumpe el silencio, ninguno de los tres osa entrar en la dimensión oculta del desconocido de al lado.

Pensé por unos momentos, que hablaríamos, pero nadie dice palabra. Él come, ella come, yo estudio. Tres desconocidos en una mesita de dos por dos. ¿Hacia dónde iría cada uno? ¿Estarían haciendo hora, como yo? ¿Qué bus tomarían? Eran jóvenes. El chico, tendría mi edad o quizá un poco más. Llevaba una vieja maleta cuadrada que me pareció curiosa, y no pude seguir estudiando, la maletita esa me ponía nerviosa. Pero el joven tenía estilo, quizá era artista. Quizá le gustaba la música. Probablemente música Indie o rock diría yo. Y ahora pienso que tal vez le gustaba el cine. Y yo, que andaba con unas películas de Lynch y Antonioni en la mochila, hubiera muerto de ganas de mostrárselas. Ella estaba leyendo un papel mientras escuchaba música con sus audífonos, pero no me llamó tanto la atención como él y su maletita negra y cuadrada. Quizá había dibujos ahí dentro, o era un peluquero gay que llevaba su set de tijeras profesionales... Tal vez llevaba a alguien descuartizado en pedacitos, o tan sólo llevaba una crockera llena de sueños. Pensándolo mejor, tal vez no llevaba nada. Tal vez era la maleta la que lo llevaba a él. Pero eso no voy a saberlo nunca.

* Gabriel a veces me sorprendes!

3 comentarios:

  1. No pude parar de llorar mientras leita tu historia y escuchaba tu cancion o mejor mi cancion...falling slowly

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  2. Que gallina tan prometedora! Un agrado leerte, tus post son un descanso para tanta tontera q dice y escribe la gente.
    No necesitas un hada madrina para q haga maravillas con este talento, querida niña..

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  3. guau...me imagino que ese viaje fue mucho mas emocionante y sin necesidad de pagar un pasaje...

    :P

    Feña saludos y bendiciones... ando medio desaparecido, pero de seguro sabes porque...

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