Hoy cayó agua de
lluvia en mi café mientras caminaba por la alameda. Se diluyó y perdió la gracia del café
cargado, pero tenía tanto frío que no me importó, además últimamente nada me
importa. Lo tomé sin saborearlo. No lo disfruté porque el ya no estaba allí, no estaría nunca más alli. Y no
estaba porque yo ya no le importo, pero no lo culpo porque ni yo me importo demasiado. Por eso soy tan descuidada, todo lo hago sin fijarme y fue asi como el agua de lluvia llegó a mi vaso de cartón con café cargado. En realidad las pequeñas gotas no cayeron del cielo, cayeron desde más cerca después de haberme nublado la
vista y rodar por mi cara. Les mentí. Yo no miento casi nunca pero cuando se trata se esto sí, porque me cuesta aceptar que lo echo de menos.
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