Que irónico Gerónimo, de ser completo anónimo pasaste a ser
icónico fenómeno. Apareces en periódicos mostrándote alegórico, paranoico y
hasta camaleónico: un día eufórico y al siguiente anémico.
¿Cómo fue que te volviste adicto al tónico, Gerónimo? Qué
destino tan ilógico. De tanto andar histriónico de baile en baile eufórico, no
fuiste más a conciertos sinfónicos y te volviste robótico.
Ahora estás atónito: olvidaste tus códigos canónicos,
perdiste el crédito simbólico y te sientes más exótico que nunca. De
nada te sirvieron los rezos maratónicos, los cantos polifónicos en templos
masónicos, las inyecciones de colágeno y las pastillas para cólicos.
Paradójico.
Y aunque digan que fue el tónico el que te volvió neurótico,
tu ya eras bucólico y disfónico antes de volverte alcohólico, Gerónimo.
Pienso en sinónimos pero salen sólo antónimos. Y te veo cada
vez más melancólico, lacónico, absorto en aparatos electrónicos. Te noto
claustrofóbico, falto de procesos fotosintéticos, clorofílicos y como si fuera
poco abusas del diclofenaco sódico.
No tuviste la peste bubónica pero lo tuyo es peor: tienes
pena crónica. Me preocupas, Gerónimo. No es bueno verte así de catatónico,
espasmódico.
Y todo por un puto amor platónico.
Ilustración: Henrietta Harris
está como para canción de cuarteto de nos...
ResponderEliminar