miércoles, 23 de agosto de 2017

Epitafio de la inexistencia mortal


Imagina que llegas tarde a tu cumpleaños, pero no es tu culpa. Que has estado sentado aquí, y allá, esperando algo.
Luego estás en la terraza fumando un cigarro cuando ves entrar en la sala a alguien llevando un regalo, una caja blanca con cintas. Esa persona -cuyo rostro no puedes reconocer- deja la caja ahí y se olvida de entregártela, y tú supones que es para ti, porque estás de cumpleaños. Así que te acercas para ver lo que es, la abres y descubres que es un hurón, algo que nunca en tu vida quisiste tener. Lo miras, lo hueles, pero inmediatamente lo apartas porque no lo quieres.
Un rato después alguien abre de nuevo la caja -en el futuro, nunca se sabrá quién fue porque el principal testigo muere más adelante en la historia-, y cuando lo vas a ver, el hurón grisáceo ya no está. Entonces detienes la música, apagas el cigarro y dices "hey, todos a buscar".
De un segundo a otro pones a todos de cabeza en la misión, incluso sin querer, rompes unas copas. Pero nada. El hurón no está.
Cuando ya todos se han ido, miras dentro de la piscina rogando por que tu nueva mascota no deseada se haya ahogado, pero resulta que más tarde, antes de ir a acostarte lo encuentras durmiendo dentro de un zapato.
Y entonces exhalas un suspiro, y sales en la noche fría para ver si encuentras a alguien que lo quiera, pero en realidad no te da el corazón para tanta maldad, lo miras directo a los ojitos y te lo quedas.
Ahora, con 26 años, tienes un hurón hediondo que te acompañará para siempre o al menos hasta que se arranque otra vez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

hola, Soy Gallina. Si quieres opinar sobre esta entrada, haz tu comentario aquí :)