viernes, 22 de junio de 2012

Tantos días, anhelando estrellas, soñando canciones y queriendo convertirme en mil nubes o en mil gotas de agua. Tantos días pensando en que la felicidad estaría guiñándome el ojo del otro lado de una puerta imposible, sellada con candado. Una puerta que temo tocar, mi mano se acerca y la puerta se aleja. Mi mano tiembla. Y así mismo, tantas noches de llanto de río, tantas palabras vacías que hieren como lanzas de veneno, y yo sin poder ver nada, chocando contra los muros, y luego piedras, cuchillos, garras, y de nuevo esa maldita puerta. Tantas noches a oscuras. En esa oscuridad que sólo se logra con los ojos apretados, bien cerrados. Tanto tiempo -pienso- que cuando intento ver la luz, me encandila. Los ojos me duelen al abrirlos, casi quedo ciega, pero todo está allí con una paz que parece burlarse de mis alucinaciones, todo impecable, y lo más extraño, no hay ninguna puerta.

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