Somos esa clase de personas que
sufren tanto como los depresivos, los obsesivos o los que tienen insomnio.
Sufrimos pero pasamos inadvertidos, porque al final del día no le contamos a
nadie y aprendemos a vivir con esto. Somos los despistados. Esos súper humanos
cuyo poder es hacer de lo más insignificante, una misión imposible. Esos a los
que todo nos cuesta el doble porque en nuestra cabeza hay una mezcla de caos,
música y más caos: se pierden las llaves, se quema el pan en el tostador, el
pase escolar desaparece, la tarjeta para sacar plata se nos queda en el cajero. Y nos reímos solos cuando día tras día tomamos el metro en dirección contraria.
Nos reímos también cuando ya sentados en la micro recordamos que es domingo y que
ese día no se trabaja. Sí, los despistados reímos cuando nos están mirando, pero la
verdad es que lloramos en silencio por todas esas cosas perdidas en un descuido y que, desafortunadamente nunca sabremos dónde fueron a parar. Carnets de identidad, relojes, ropa interior, libros, amigos, autos, amores e incluso familiares, todos perdidos por no haber puesto más atención. Y lo que es peor, vivimos la tragedia más inevitable y ridícula –pero sistemática- de todas: la pérdida
del tiempo.
Coisas da vida cotidiana... Aliás, teu texto me lembrou o filme Medianeras, já viste? Lerei mais do teu blog. :)
ResponderEliminargracias :)
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