sábado, 3 de junio de 2017

20 años

La dulce bebida de esas fiestas estupendas la hizo atraparse en una sensación diferente: No podía moverse. Sus pupilas muertas se dilataron y se sintió como el retrato en blanco y negro de una mujer de veinte años, retocado con repulsivos y vibrantes colores pastel, una imagen sin expresión, capturada por un fotógrafo ambulante que por casualidad y sin preguntarle la fotogafió en sus veinte años, en sus trémulos y despistados veinte años.

Cuando despertó de la visión, sobresaltada pensó en la incertidumbre que le originaba el hecho de no haber estado nunca en contacto con la realidad, y en lo indiferente que era ante su propia muerte. Y de un modo confuso pero urgente se dio cuenta de lo repugnantes que lucían esas minúsculas flores de terciopelo en el sombrero de su madre.




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