Una obsesión tiránica le recordaba que hacía mucho tiempo se sentía solo, muy solo. Una de esas noches se quedó dormido frente a los alegres rostros de sus huéspedes, y esa noche fue mucho menos triste de cuantas venían sucediéndose desde mucho tiempo atrás. Pero eso no ocurría a menudo, el hotel no siempre recibía turistas hermitaños que quisieran dormir en una vieja casona retirada del mundo. Y menos en tiempo de invierno, cuando la nieve tapaba la mitad de las ventanas y los pinos rebalsados de blanco impedían ver el lago.
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